Tengo entendido que los radicales libres son productos intermedios en las reacciones químicas que, después de hacer pareja con otros en uniones momentáneamente más estables, se desprenden inopinadamente y buscan un nuevo emparejamiento que puede tener consecuencias imprevisibles. En los relatos de Peralta, esos radicales libres son mujeres que viven esa estabilidad, ese desprendimiento y ese nuevo orden. Una segunda acepción de este título es dada por una de las once mujeres protagonistas de este libro cuya lectura recomendamos como toda una revelación: »sólo mi libertad y mi deseo…»
Y en efecto, a las mujeres de Radicales libres las mueve el deseo y su necesidad (imposible según el misógino Freud) de satisfacerlo. Es el deseo primero, la pasión primera que retrataran los griegos. Tal vez la única cierta: aquella donde uno no espera ser correspondido, sino gozar egoístamente. Peralta, por ello, remonta admirablemente toda la galería machista del deseo como patología. Galería en la que se incluyen las mujeres psicópatas del modelo protestante anglosajón, las caídas en desgracia del modelo católico (incluida su derivación progre en plan El último tango), las mujeres-cosa del cine pornográfico. Peralta asume con valor, inteligencia y talento esa Libertad y ese Deseo: más allá de lo políticamente correcto, es decir, como un espacio salvaje que ella intenta dominar sin escrúpulos, y no como mera calentura vaginal, sino como azarosa raíz de vida.
Peralta es una mezcla de Sade y Henry James trasmutados y trasladados a finales de siglo. Da cuenta fría, casi distante, de un hombre ultrajado y anulado por la mujer, ya que al fin y al cabo es el hombre quien en este final de siglo persiste, patético y vil, en el amor institucional, legal, platónico, romántico y demás cárceles de oro donde encerrar a la amada mientras se iba de putas. Peralta nos cuenta once turbadoras historias que son, a su vez, once fábulas que destrozan el espejismo de cualquier moralidad.
(Miguel Ángel Vergaz, El Mundo)
Es probable que dentro de 30 años, en algún curso de verano, se organice una mesa redonda sobre el destacado papel de la editorial Difícil en el lanzamiento de jóvenes autores castellanoleoneses de finales de siglo. De momento, inasequible a los zarpazos del feroz mercado editorial, continúa sacando a la luz libros elaborados con esmero artesano.
Un buen ejemplo de ello es Radicales libres, de Carmen Peralta: una estupenda colección de relatos escritos en femenino singular, con una prosa moderna, sencilla y exenta de hojarascas estilísticas. Se nota que detrás de este primer libro publicado hay cientos de folios emborronados que han terminado en el estómago de una papelera a la espera de que llegara la calidad.
El título hace alusión no sólo a las protagonistas femeninas de las diferentes historias (que, en general, son más radicales que libres), sino también al proceso que nos hace envejecer y consigue que las pasiones se marchites y se pudran. Los 11 cuentos que componen Radicales libres guardan, además, el equilibrio y la unidad de atmósferas que distinguen los buenos libros de relatos de las simples compilaciones.
(Alberto Escudero, El Norte de Castilla)
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